En nuestras relaciones con los demás, no siempre prestamos suficiente atención a cómo nos dirigimos a ellos. Mimetizamos palabras, formas, modos de comunicarnos de nuestro entorno. Somos totalmente inconscientes, pero totalmente responsables, de los efectos que nuestras palabras puedan ocasionar.
Sin querer podemos herir susceptibilidades o valorar a nuestro interlocutor sin que nos haya pedido opinión. Pocas veces nos programamos para agradar verbalmente o intentar construir una relación sobre sólidos cimientos, donde el coraje de decir las cosas y la voluntad de decirlas bien, sean tenidas en cuenta desde el principio. Deberíamos ser más conscientes de cuánto las valoraciones que damos a los demás afectan a su percepción de sí mismos, y por tanto, a su autoestima.
Si pensásemos en el poderoso efecto de las palabras, incluiríamos muchos más comentarios positivos y alentadores. Elaborando y transmitiendo frases constructivas podemos cambiar nuestra percepción hacia los demás y, consecuentemente, de los demás…
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