
Se fue sin despedirse, sin nada que agradecer, pensando que lo único que necesitaba con urgencia era encontrar a alguien a quien romperle la madre a cadenazos para desquitarse de su desgracia. Cuando salió del hospital, ni siquiera se dio cuenta de que estaba cayendo del cielo una nieve sin rastros de sangre, cuyos copos tiernos y nítidos parecían plumitas de palomas…
Hoy nuestro querido Gabo se nos mudó a Macondo. Se despidió (a su manera) de este mundo realista y se largó en una nube a su pueblo mágico. Debe andar contándole nuestras historias a los lugareños. Eso de su muerte fue la excusa que se inventó para que lo dejáramos marcharse sin tanto ruido.